CATÁLOGO DIGITAL DE LOS LIBROS CENSURADOS POR LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVII

Siguense los provechos de los que oyen misa, según aprueban los doctores aquí alegados y fueron hallados en el sacro convento de Araceli en Roma

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Orden religiosa a la que pertenece el autor
Título de la obra
Siguense los provechos de los que oyen misa, según aprueban los doctores aquí alegados y fueron hallados en el sacro convento de Araceli en Roma
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Lugar de edición
Impresor
Año de edición
s. a.
Comentarios sobre la edición o el manuscrito

Al pie de la hoja: «Impreso con licencia del Ordinario»

Materias
Palabras clave
Índice inquisitorial
Tipo de condena
Comentario de la condena
Expediente de censura
Periodo del proceso inquisitorial
Comentario del proceso
  • Denuncia y calificación

El impreso fue denunciado por el calificador agustino Juan de Miranda (convento de San Felipe de Madrid, el 29 de enero de 1629), por contener doctrina «falsa, temeraria y supersticiosa, y en partes errónea y ocasionada a gravísimos inconvenientes contra la pureza de Nuestra Santa Fe».

Además, el censor opinaba que era perjudicial que se permitieran «semejantes patrañas en materias tan graves» por dos razones: primero, porque los herejes podían burlarse de la religión católica y de la misa («es darles ocasión a los herejes calvinistas que viven entre nosotros, para hacer irrisión y mofa de el santísimo sacrificio de la misa»); segundo, porque los fieles podrían entender que con solo oír devotamente el sacrificio de la misa quedarían absueltos de sus pecados «sin ayuda de obras ni sacramentos».

Por último, el calificador recomienda al Tribunal que investigase quién había imprimido el papel y por encargo de quién, porque tenía  «vehemente sospecha» de que eran obra de herejes que vivían en España.

El 27 de mayo de 1620 distintos calificadores firmaron una censura en la que advertían que el impreso contenía «muchas proposiciones mala doctrina contra la común sentencia de los teólogos», «proposiciones temerarias sin ningún fundamento, escandalosas y malsonantes y otras obscuras que tienen mucha necesidad de explicación y son ocasionadas para que la gente simple, sincera y devota se engañe y tenga ocasión de error».

El 23 de julio de 1610 el Consejo ordenó que se recogieran por edictos los ejemplares de los Provechos de la misa, así como «todos los que hubiere de este género que no tuvieren autor». El expediente incluye de hecho distintos impresos del mismo tenor:

– Sumario breve de las utilidades que se siguen de las misas dichas y oídas con devoción (Lima, Francisco del Campo, 1608). Al pie: «Visto e enmendado por el padre maestro fray Diego de Castro de la Orden de San Agustín, catedrático de Biblias en la ciudad de los Reyes y con licencia del ordinario. Otra edición del mismo ([¿México?], Imprenta de Diego López Dávalos, 1605).

– La virtud y utilidad que adquieren todos aquellos que oyeren la Santa misa (Nápoles y Zaragoza, Juan de la Naja y Quartanet, impresor del rey de Aragón y de la Universidad, 1617).

 

  • Investigación relativa al impresor y al responsable de la edición

El expediente contiene distintas cartas y trámites relacionadas con la investigación que llevó a cabo el Consejo de Inquisición para intentar descubrir la identidad del tipógrafo y de la persona que encargó la impresión del texto. Los inquisidores se pusieron tras la pista de Jacobo de Gratiis, más conocido como Caballero de Gracia, sacerdote originario de Módena afincado en Madrid desde la segunda mitad del siglo XVI, donde fundó numerosos conventos, cofradías e iglesias.

La Inquisición empezó por interrogar a Juan Andrés, criado del sacristán del sacerdote italiano. Este dijo que llevaba tres meses en la casa y que nunca había visto el impreso. Añadió que cuando había algún jubileo que imprimir se dirigían a Martín de Córdoba, comisario de la Santa Cruzada, para pedirle una licencia, y lo mandaban limprimir por «un impresor que vive al Rastro».

El mismo día la Inquisición interrogó al sacristán del Caballero de Gracia, el padre Labari, quien afirmó que en la casa del Caballero de Gracia no se imprimía nada pero que este, como hombre muy devoto, solía mandar imprimir jubileos en la imprenta de Juan de la Cuesta o en la de Miguel Serrano de Vargas, con licencia del comisario de la Cruzada y que también solía imprimir algunas oraciones devotas. Ahora bien, el sacristán pretendía que después de que le dijeron al Caballero que no imprimiese sin licencia, no había vuelvo a imprimir nada. El padre admitía haber visto el papel impreso en un poste de la iglesia del Caballero, pero negaba conocer el autor ni donde se imprimió. El sacristán sospechaba que el Caballero supiese algo de dicho impreso.

Los inquisidores siguieron entonces la pista de los impresores y citaron a Jerónimo de Salazar, corrector en la imprenta de Juan de la Cuesta, y al impresor Miguel Serrano de Vargas (audiencia del 16 de abril de 1610). El primero había observado que el Caballero de Gracia imprimía jubileos en su propia imprenta, pero sin solicitar nunca una licencia. El corrector pretendió haber visto ejemplares de los Provechos un año antes, pero no sabía quién era el impresor ni la persona que había encargado la impresión y tampoco con qué licencia se había imprimido.

El segundo, Miguel Serrano de Vargas, declaró que en varias ocasiones había imprimido jubileos a petición del Caballero de Gracia, para el que el sacerdote italiano obtenía una simple licencia del Ordinario. También declaró que vio vender por la calles ejemplares de los Provechos y uno colgado en las paredes de la iglesia de la Merced. Pretendía haberlo quitado y llevado a un religioso de la Orden de Santo Domingo, quien le dijo que semejante impreso no se podía imprimir, y luego a Francisco de Carvajal, vicario, para pedirle licencia para imprimirlo pero este no se la quiso dar.

Ese mismo día, un comisario de la Inquisición fue a interrogar al Caballero de Gracia a su domicilio, quien confirmó que la hoja había sido fijada en las paredes de su parroquia, pero afirmó no saber quién la había colocado allí.

Al día siguiente, la Inquisición interrogó a otro testigo, Lucas Gutiérrez, que, si bien alegó haber visto el panfleto, pretendía no saber nada más al respecto.

Al parecer, por las cartas dirigidas al Consejo de la Suprema por los inquisidores Fadrique Cornet y Francisco de Mendoza, que llevaron a cabo las gestiones atinentes a la investigación, esta no fue concluyente.

Referencias bibliográficas

ALBISSON, Mathilde (en prensa), El proceso al libro: la censura inquisitorial en la España del siglo XVII, Madrid, Cátedra, col. Serie Mayor, cap. IV, §II. 3.

MARTÍNEZ DE BUJANDA, Jesús (2016), El Índice de libros prohibidos y expurgados de la Inquisición española (1551-1819): evolución y contenido, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, p. 805

PAZ Y MELIÁ, Antonio (1947), Papeles de Inquisición: catálogo y extractos, Madrid, Patronato del Archivo Histórico Nacional, núm. 1097.